viernes, 12 de diciembre de 2003

Un sueño, un copiloto y un lugar para sanar las heridas

Mi vida ha cambiado con rapidez alucinante… Ahí estaba hasta unas pocas semanas en medio de un mar picado, en un vaivén entre las profundidades de la angustia y la frescura de nuevos aires de la superficie. Y cuando parecía que ya podía respirar volvía a hundirme. En la superficie, aunque luminosa y fresca, no había nadie que me tendiera un brazo para ayudarme a flotar y navegar.

De pronto, en medio de este ir y venir….. unos brazos que acogen espontáneamente a este náufrago con ganas de salvarse. Estos brazos se presentan cariñosos, firmes, comprometidos. No demuestran temores de que el naufrago pueda arrastrarlos a inseguridad del mar. Por el contrario, son brazos que ni siquiera me consideran un náufrago sino más bien un compañero para navegar…..

Y ahí estoy, mirando hacia el horizonte infinito, con la brújula apuntando a una ruta que nos hará visitar los rincones más maravillosos del planeta. Ahí estoy, con un sueño por delante. Ahí estoy, en la cabina de mando, compartiendo el timón con la dueña de los brazos que me ayudaron a subir a la embarcación. A veces yo piloteo, otras me dejaré pilotear. A veces el mapa será mi ocupación, a veces será de ella. Ahí estoy, descansando de una larga jornada en un camarote cálido, lleno de amor, donde el cariño y las caricias de ella curarán mis heridas, calmarán los dolores del cuerpo y del alma y me dejan con ganas de continuar con la ruta. Yo también tengo la maravillosa oportunidad de acariciarla y de ayudar a calmar sus dolores y angustias, de aplicar con mis manos en su cuerpo un bálsamo oloroso, suave que ayuda a cerrar heridas y a desaparecer cicatrices. Su piel y mi piel son cada día más suaves y las marcas de antiguas llagas han ido desapareciendo….. Ahí estoy descansando en sus brazos en una tranquila playa en la que recalamos para decidir el próximo puerto y para hablar y hacer el amor.

Hoy la ruta se aclara. Es cierto, aparecerán nubes en el horizonte, signos de tormenta, pero si es posible la eludiremos y si no es posible la enfrentaremos usando nuestras mejores capacidades y destrezas uniendo nuestra mente, nuestro corazón y nuestros brazos para navegar en esas aguas difíciles. Cuidaremos de la tripulación y de los pasajeros. Muchas veces disfrutaremos con ellos, trataremos que su viaje sea placentero, pero cuando llegue el caso requeriremos de su ayuda, tal como está estipulado en la letra chica del pase-a-bordo.

Ha pasado poco tiempo, pero, qué lejanos se ven esos días en que apenas flotaba en este mar picado de la vida….

He sido y sigo siendo afortunado….