martes, 21 de diciembre de 2004

De "Alambritos y Fantasmas"

Me permito unos comentarios a la carta de José M. Flores Burgos publicada más abajo. Él nos habla de Chivos expiatorios y caza de brujas....
Yo quiero hablar de "Alambritos" y de Espantar Fantasmas.

Como José, yo estudiaba en la misma facultad y estuvimos sometidos a las mismas situaciones ambientales que él describe, con la diferencia que yo estaba en el “otro lado”. Mientras a José sus dirigentes lo preparaban con armas o lo que fuera para defender el gobierno popular, yo también participaba activamente y me preparaba, incluyendo la posibilidad de usar armas, en actividades para defender un modo de vida, que incluía conceptos como constitución, ley, tranquilidad, convivencia, orden y abastecimiento.... Todo lo anterior, paradójicamente, pasaba por derrocar el gobierno y "echarse al bolsillo el estado de derecho" (entre comillas, porque todos los lados ya se lo venían echando al bolsillo desde hacía años).

La historia es conocida y no quiero ser majadero: José “perdió”, yo “gané”……. Pero, es cierto eso?... Yo creo que desde una perspectiva ética y moral TODOS perdimos, literalmente “como país en guerra”.

José asume con hombría su situación. Y ese es un punto clave: Nos dice que no se trata de Chivos Expiatorios ni de Caza de Brujas. Estoy de acuerdo, pero también nos está diciendo que todos nosotros asumamos con la misma hombría lo que nos corresponda. Todos. En ambos lados. Que espantemos los fantasmas.

Uno esperaría que a estas alturas los hechos se hubieran impuesto sobre las pasiones, ideologías buenas o malas voluntades y hubiéramos asumido nuestras acciones, responsabilidades y consecuencias. Hemos avanzado, es cierto, pero todavía queda por hacer.

Asumir y reconocer los hechos es clave. En mi opinión, nos ha costado una enormidad pensar y actuar con ecuanimidad, con rectitud y no hemos estado dispuestos a analizar la historia con una moral y una ética estricta y universal. Hemos estado entrampados analizando sin fin los “hechos” con una moral y ética acomodaticia.

Lo anterior es absolutamente consistente con una de las más destacadas y bien conservadas costumbres nacionales: la vieja y muy flexible cultura del “alambrito”: No se preocupe compadre, los chilenos somos pillos, esto se arregla con un “alambrito”…., Déjemelo a mí.

Así, con esa costumbre de creer que todo se arregla con alambritos y de creer que nosotros tenemos las mejores soluciones nos hemos pasado años en diálogos de sordos, cada cual con su alambrito y cada cual pensando que tiene la mejor solución. Muy flexibles los alambritos, pero desgraciadamente no sirven para arreglar todas las cosas.

Como sociedad (dejo fuera a algunos individuos destacables) hemos actuado de la manera más irresponsable y nos ha importado un bledo lo que piensen los demás o como son u ocurrieron realmente las cosas y hemos encontrado justificaciones para acomodar moral y éticamente los hechos lo que nos convenga. Con esa perspectiva, inevitablemente no hay diálogo. No hay comunicación. La arrogancia, el orgullo, la falta de voluntad nos han impedido avanzar

Pero la carta de José es una excelente señal. Es una respuesta a otra excelente señal: el Informe sobre Prisión Política y Torturas. Al fin parece que podemos hablar de hechos, con una sola moral, con una sola ética.

Los militares y la mayoría de las instituciones comienzan a desechar el “alambrito” y a encontrar soluciones serias. Nos empezamos a poner de acuerdo en qué es bueno y qué es reprochable. Empezamos a asumir y a abandonar el estado de negación. Realmente espero que esto continúe, no en la búsqueda de chivos expiatorios ni en la caza de brujas, sino en la búsqueda de los más preciados intereses nacionales. Por sobre todo la búsqueda de la libertad, la verdad y del respeto a los demás.

Ojala comprendamos que las ideas no se defienden con armas ni con violencia y que las instituciones del estado no pueden, bajo minguna circunstancia, quebrantar la ley, por más que los individuos que lo componen las quebranten

Ojala nuestros hijos no tengan que recurrir a “alambritos” para reparar nuestros errores y aprendan a reparar los suyos con los elementos adecuados, con alegría, humildad y por qué no decirlo, con eficiencia.

Gracias José M. Flores Burgos por tu carta.

Luis E. Labarca Castillo

Sin chivos expiatorios ni caza de brujas

A continuación reproduzco una carta que me llegó por e-mail. Me he tomado la libertad de hacerlo en el entendido que es pública.
Ciertamente la carta muestra una historia dura muchas veces repetida, con más o menos violencia o dramatismo. También da cuenta de dolor y amargura.... Y quien lo podría reprochar?....
Pero lo más importante es que refleja perdón y optimismo.... y es realista.
Gracias a su autor.

Carta del Día por José M. Flores Burgos

Sin chivos expiatorios ni caza de brujas

Martes 7 de Diciembre de 2004

Al 11/09/1973 yo tenía 20 años, estudiaba tercero de Ingeniería en la U; era dirigente de alumnos y vocal FECH. Realizaba activismo político-sindical en el Cordón Vicuña Mackenna, por orden del Departamento Nacional Sindical del Partido Socialista. Milité en el PS desde los 14 años de edad, como dirigente secundario.
El 11 fui destinado a apoyar la resistencia en la empresa IRT del Cordón, esperando armas para defender el gobierno popular. Se suponía que gente con preparación paramilitar nos apoyaría. Por la ineficiencia de nuestros dirigentes de entonces, no existió tal apoyo. Teníamos la certeza de que se aproximaba un golpe militar: todos estábamos conscientes que íbamos a enfrentar un período duro, de sangre y fuego, y esperábamos resultar vencedores. Los riesgos los teníamos claros.
Sin armas, sin medios de defensa ni de ataque y con escasos obreros, fui detenido el 12/09 por FF. EE. del Ejército que allanaron las fábricas, donde no hubo ninguna resistencia. Fui trasladado al Estadio Chile y cerca del día 18 o 19/09 llevado al Estadio Nacional. Trasladado a los camarines bajo la marquesina, no vi la luz del sol hasta pocos días de ser evacuado el Estadio.
Junto a muchos otros fui dejado en “Libertad Condicional” ¿Por qué? Hasta hoy lo ignoro.

Desde que fui detenido hasta que comí la primera comida pasaron ocho días. Fui torturado en muchas de las formas ahora conocidas y relatadas por otros prisioneros en el Informe. Creo que fui de los primeros detenidos desaparecidos que hubo: compartí la celda-camarín con muchos que ocupan cargos importantes de gobierno, con sacerdotes, con periodistas extranjeros y nacionales, extranjeros y compañeros de partido. Supe de hombría y solidaridad.
Sufrí lo inimaginable; no sé cuántas veces fui objeto de simulacros y otros tormentos, que hasta la fecha no los he mencionado ni los mencionaré. ¿Para qué? ¿Para hacerme sentir un mártir de la causa? ¿Para satisfacer las necesidades de voyerismo político de algunos? ¿Para calmar el sadismo político de otros que les encanta escuchar sobre torturas? ¿Para encontrar chivos expiatorios en terceros? ¿Es que acaso mi dolor y el de mi familia se borrarán con el relato de torturas? Yo no rasgo vestiduras. Asumo lo que me tocó vivir en esa época y en esas fechas y en esas circunstancias.
Por eso no concurrí a declarar a la Comisión: porque yo sabía en lo que estaba metido y en lo que podía pasar. No sentí miedo ni temor al sufrimiento: sólo impotencia, por no haber contado con los medios para haber sido nosotros quienes tuviéramos el sartén por el mango. Rabia, porque muchos de quienes nos indujeron y a quienes veíamos como nuestros líderes en la tarde del 11 estaban asilados. Pero hacerme pasar por víctima, ¿víctima de qué , si yo también, a pesar de mi juventud, sabía lo que se venía y a lo que estábamos expuestos? ¿O los compañeros de entonces me van a decir que no sabían lo que podía venir con un golpe? No pudimos ni supimos prepararnos, ni mucho menos evitarlo. Que el golpe borró de un plumazo mi carrera de Ingeniería, tal vez. ¿Que tuvo mucho costo personal? Es cierto. ¿Que murieron muchos inocentes? Es verdad. ¿Que el golpe me dejó una herida abierta? Claro que sí, pero el tiempo se ha encargado de cerrarla, aun cuando es imposible borrar la cicatriz que tengo en el alma. Pero asumo, y por eso no concurrí a la Comisión. Conozco personas detenidas por diferentes circunstancias, sin torturas físicas, por breves períodos de tiempo y que han declarado ante la Comisión. Allá ellos, y si les satisface o no la pensión que les entregarán. Me duelen mucho los comentarios de amistades que al enterarse que no fui a la Comisión me han tratado de torpe, ya que no tendré una pensión. La gente se ha vuelto más materialista.
Pero no usufructuaré de una situación y de una ventaja económica por haber hecho y actuado como lo hice y obré hace 30 años. El que casi un 70% de quienes declararon ante la Comisión hayan sido por situaciones de los primeros meses del golpe me parece un aprovechamiento de unos cuantos, pero allá ellos. Un deseo tal vez masoquista de decir yo fui torturado y por eso el Estado me debe una compensación.
Asumo mi propio mea culpa sin chivos expiatorios ni caza de brujas. Tratando de entender el contexto histórico en el cual todos fuimos presa de un odio y pasión política que ojalá nunca más vuelva a ocurrir. Ahora es fácil cargarse la culpa los unos a los otros. Ahora es fácil hablar de la locura de esos años, pero creo que muy difícil hacerlo mediante una reflexión honesta, pura, sin odios y transparente como la que he tratado de relatar. Por ello no fui a declarar a la Comisión, y eso me tranquiliza.
José M. Flores Burgos